Marina Rubio, Trabajadora Social de un equipo técnico en Servicios de Primera Acogida y Atención Integral a menores extranjeros no acompañados, Barcelona.
El eslogan “¡solidaridad con las mujeres del tercer mundo!” no puede esconder una actitud paternalista, ni caritativa sino que se deben establecer unas relaciones solidarias y colaborativas horizontales, en las que haya reciprocidad, igualdad de trato, respeto y dignidad para todas.
Entre las cosas que dibujan este menosprecio, se pueden contar, por ejemplo, las dificultades para encontrar trabajo, la precariedad y la explotación laboral, las prácticas racistas sutiles y cotidianas en la oficina de extranjería o los servicios públicos, los problemas para encontrar una vivienda, el acoso o abuso sexual en el trabajo, o la puesta en duda de sus capacidades y sus conocimientos.
Una buena parte de los feminismos se han enmarañado en alimentar la serpiente con debates fuera de lugar sobre el mal llamado burkini, en vez de articularse con las compañeras agredidas. ¿Por qué hemos empleado tantas horas en analizar a las agredidas y a sus cuerpos?