Mi nombre es Kauthar Tounna, soy trabajadora social en la Asociación Marroquí para Integración de Inmigrantes. Nací en Barcelona y llevo toda mi vida en España.
He crecido en un país democrático que se basa en la igualdad, y que favorece la dignidad humana y la autonomía personal. Y en el que teóricamente se les ha de reconocer a todas las personas el mismo valor independientemente de sus creencias, costumbres, religión, etc. Y en el que se ha de garantizar a cualquier persona su autonomía personal para que pueda planear su vida y pueda elegir libremente todas las opciones posibles.
No obstante, estos derechos humanos se han visto vulnerados y no llevados a cabo porque existen numerosos ejemplos de discriminación religiosa en los que se prohíbe el acceso al empleo o al sistema educativo y el desarrolllo profesional a mujeres que han decidido llevar un pañuelo en la cabeza.
Las mujeres musulmanas siempre hemos sido percibidas como sumisas, dependientes, oprimidas, deshumanizadas y sin ninguna voluntad cuando hemos decidido cubrirnos, dejando entrever que nuestra capacidad de elección y libertad no es factible, que no tenemos esa opción de decidir por nosotras mismas de forma independiente y coherente a nuestras creencias y preferencias.
Para que me entendáis mejor y en relación a esto, me gustaría hablar de lo que pasó en los juegos olímpicos de Tokio 2020 cuando el equipo de gimnasia femenino de Alemania cambió su atuendo para protestar en contra de la sexualización en el deporte.
Por si desconocíais lo que digo, os pongo en contexto: las atletas se presentaron a una de las pruebas con trajes de cuerpo entero que cubrían piernas y brazos, en lugar del tradicional maillot ajustado y corto argumentando que querían mostrar que cada mujer y todo el mundo debería de decidir qué ponerse. Este acto fue aplaudido y se entendió sin problema. Recibieron muchísimo apoyo en redes sociales por su decisión de estar más cubiertas ya que no lo hicieron solamente por la sexualización del deporte, sino también para mostrar la libertad de elección femenina.
Pero... ¿Qué pasa cuando las mujeres musulmanas llevamos hijab y nos ponemos lo que se conoce como burkini, prenda para nadar que cubre todo el cuerpo? Este acto no es para nada aplaudido. Al contrario, es castigado, llegando a sanciones y multas en diferentes países de la UE, cuando se va a la playa con el cuerpo cubierto por este traje de baño, e impidiendo el acceso a parques acuáticos y piscinas.
Y aquí me pregunto ¿Dónde está nuestra libertad de elección? ¿Dónde está nuestra libertad religiosa y de culto? ¿Dónde está nuestra voz y voto? ¿Por qué aquí no se aplaude nuestra elección?
Siempre estaremos sometidas a miradas, rechazo e incomprensión.
En conclusión, las mujeres musulmanas seguimos siendo vistas por la sociedad como extranjeras, aunque hayamos nacido en España como es en mi caso. Además, bajo el pretexto de la doble discriminación, mujer y musulmana.