Numerosos académicos y responsables políticos se reunieron en el Parlamento Europeo de Bruselas para lanzar lo que ellos describen como un «conjunto de herramientas» para luchar contra la islamofobia en todo el continente. El informe, basado en investigaciones realizadas en ocho países, entre los que figuran el Reino Unido, Francia y Alemania, muestra que se ha identificado un «ambiente de islamofobia en deterioro» en el que los musulmanes sufren una «hostilidad nueva y aceptada… en muchos ámbitos de la vida diaria».
«Este es un problema que está envenenando nuestras sociedades en la Unión Europea y que genera división entre nuestras comunidades», dice Jean Lambert, un diputado del Parlamento Europeo perteneciente al Partido Verde y que representa a Londres, en el acto de apertura de la conferencia en Bélgica. Con una larga presencia por todo el continente, el informe resalta cómo se ha reforzado la islamofobia en la última década, ligada al aumento de los movimientos de extrema derecha y antiinmigración en muchos países europeos, la «Guerra contra el Terrorismo» tanto dentro como fuera de Europa y la crisis de refugiados. Como ejemplos recientes tenemos la publicación de la columna del mes pasado del ex ministro de Asuntos Exteriores británico Boris Johnson, en la que comparaba a las mujeres que llevan niqab con buzones de correos.
En Francia, una líder de un sindicato estudiantil que lleva velo fue hostigada públicamente por aparecer en televisión y fue caricaturizada como un mono en una publicación satírica famosa; en Alemania, las historias de los medios de comunicación sobre bandas ambulantes de refugiados violadores causaron pánico; mientras tanto, en muchos países a lo largo de Europa se han aprobado «vetos al burka», prohibiendo llevar niqabs y velos islámicos en espacios públicos. Aunque contrarrestar tal oleada de xenofobia y racismo contra los ciudadanos y residentes musulmanes de Europa pueda parecer una tarea hercúlea, los autores del documento informativo «Countering Islamophobia Kit» afirman que es una necesidad.
«Se identificó un ambiente de islamofobia en deterioro en lo que se refiere al contenido de los medios de comunicación, al discurso político y a las experiencias de discriminación, lo que señala una hostilidad nueva y cada vez más aceptada hacia las personas musulmanas en muchos ámbitos de la vida diaria», según advierte el informe.
Un grupo de académicos europeos, bajo la dirección de la Universidad de Leeds, junto con ONG y activistas, exploraron las diferentes causas de la islamofobia en ocho países europeos -el Reino Unido, Francia, Bélgica, Alemania, República Checa, Grecia, Hungría y Portugal- así como los esfuerzos para promover contra narrativas a la islamofobia en cada país.
«El proyecto ha revelado la gran capacidad de expansión de la islamofobia, el hecho de que permea tantos elementos de nuestra sociedad y de nuestras vidas», declaró a Middle East Eye Amina Easat-Daas, oficial de proyecto en «Counter Islamophobia Kit».
«Queremos desafiar las narrativas existentes, contextualizarlas y enfatizar su normalidad, su naturaleza diaria, y también destacar las contribuciones tan brillantes que los musulmanes están aportando a la sociedad».
Las variantes locales de la islamofobia.
Aunque la islamofobia en la mayoría de los países estaba fuertemente asociada a la percepción de los musulmanes como una «amenaza para la seguridad» y como «una amenaza para la identidad local, nacional y europea», la cultura local y la historia han influido en el modo en el que se ha formulado la islamofobia. Mientras que la instrumentalización que hace Francia de su concepción nacional de la laïcité –laicidad- para perseguir a sus ciudadanos musulmanes por ser visiblemente no laicos está ampliamente documentada, en Portugal, la historia de la reconquista de la Península Ibérica de los moros en la Edad Media ha alimentado las narrativas locales sobre un choque de civilizaciones y el temor de una «invasión» musulmana.
En Grecia, según el informe, algunos discursos islamófobos emplean el fantasma de Turquía, que [aducen que] utilizaría a los refugiados para expandir su control sobre el mar Egeo – ya que refugiado y musulmán se convierten en identidades fusionadas en el imaginario público. Sin embargo, en países como Hungría que han servido de lugar de paso para muchos solicitantes de asilo que intentan alcanzar Europa occidental, la narrativa de los musulmanes como terroristas en potencia sigue siendo fuerte. El primer ministro Viktor Orban declaró al periódico alemán Bild : «Nosotros no vemos a esta gente como refugiados musulmanes. Los vemos como invasores musulmanes».
Aun así, la condena por «terrorismo» más publicada recientemente en el país, trataba sobre un solicitante de asilo procesado a principios de mes por tirar piedras a la policía.
Incluso en países como el Reino Unido, que tiene una larga historia de diversidad, las comunidades musulmanas arraigadas se vuelven objetivos del odio como resultado de los ataques reclamados por Daesh.
«El Reino Unido se enorgullecía de su diversidad, pero ese discurso ya no está presente» afirmó Arzu Merali, investigadora principal de la «Islamic Human Rights Comission» (IHRC) del Reino Unido, en la conferencia del miércoles, y describió cómo un discurso generalizado que señala a los musulmanes en las escuelas o en las calles culmina en una «legislación selectiva» que solidifica «la idea de los musulmanes como no ciudadanos».
«Suena bastante dramático, pero son este tipo de situaciones a las que nos enfrentamos en el Reino Unido en la actualidad», dijo Merali.
«Hay una necesidad urgente de reconocer la islamofobia como una forma de racismo», dijo Luis Manuel Hernández Aguilar, investigador de IHRC en Alemania en la conferencia del miércoles, resaltando «la facilidad con la que que se mueve la islamofobia entre la vida diaria y la política» cuando «no se reconoce oficialmente [la islamofobia] como una forma de discriminación».
Aguilar afirmó en Alemania que los grupos racistas han reforzado la idea de que «ser musulmán implica ser un problema».
Mientras que Easat-Daas recalcó las diferencias de cada país en el estudio, expresó su preocupación sobre el estatus de Francia como «barómetro» -y como vanguardia- de la islamofobia en Europa.
«Me temo que (Francia) es un líder en potencia que indica lo que es aceptable y lo que no. Sus leyes sientan precedentes, me preocupa que las políticas sienten precedentes», declaró a MEE. «Cuando vemos la “loi anti-niqab” [ley anti-niqab] francesa y cómo se materializa en diferentes contextos, primero en Bélgica, y cada vez en países más lejanos, me preocupa que esté ganando credibilidad y una imagen de legitimidad».
Plantando cara a las narrativas tóxicas.
A la luz del creciente discurso de odio y a las acciones promovidas por personalidades públicas, medios de comunicación y ciudadanos comunes, a veces con consecuencias mortales, el «Counter Islamophobia Toolkit» resalta las iniciativas que buscan enfrentarse a las narrativas tóxicas sobre el islam. El informe arroja algunas dudas sobre la efectividad de las reacciones en forma de condena de los ataques cometidos por individuos musulmanes y los esfuerzos para distanciarles del grueso de la comunidad musulmana, ya que aún caerían dentro de la narrativa de la «securitización» de los musulmanes en todos los aspectos de sus vidas, y promueve la idea de que todos los musulmanes deben condenar cualquier acto negativo cometido por alguno de sus correligionarios.
Muchos esfuerzos a lo largo del continente han buscado desmitificar el islam para los ciudadanos europeos no-musulmanes, como los vídeos de «Parle-moi d’Islam» que explican aspectos de la
religión.
Publicado por Chloé Benoist en Middle East Eye el 26 de septiembre de 2018.