Desde hace unos días asistimos a un triste suceso. Esta vez el caso no ocupa las portadas de todos los periódicos nacionales, ni se agolpan los contertulios más variopintos para conceder entrevistas en la tele o en la radio. Aparte de los medios de comunicación autonómicos gallegos, la noticia de la expulsión de la escuela de una niña de Arteixo por llevar el hiyab apenas ha trascendido. Hemos podido leer algunas noticias y entrevistas aquí y allá, pero el eco mediático ha sido mínimo comparado con casos anteriores.
Estaría satisfecha si esa falta de polémica y difusión se debiera a que por fin nos hemos dado cuenta de que para que los debates lleguen a buen puerto hemos de prescindir de sensacionalismos y de agendas políticas, pero parece que se trata más bien de una normalidad a la que nos estamos acostumbrando peligrosamente y, sobre todo, porque las ventas y audiencias ya han quedado cubiertas con las revueltas actuales en los países árabes. La carnaza mediática no ha llegado en un buen momento.
“La niña del velo”, sinécdoque utilizada por los medios de comunicación, se llama Zoubair Hakim. A Zoubair la han excluido de la escuela pública por llevar la cabeza cubierta. ¿Cuántas niñas musulmanas más deberemos sumar a la lista de personas non gratas? ¿Cuándo se terminarán estas discriminaciones impunes?
No me apetece escribir un enésimo artículo sobre la libertad religiosa, sobre cómo las administraciones y colegios se saltan a la torera la Constitución española, sobre el doble rasero en la aplicación de las leyes, sobre el laicismo beligerante (que no laicidad), sobre la responsabilidad de los medios de comunicación, sobre los intereses electoralistas y sobre la islamofobia rampante. Por una vez vamos a intentar ponernos en el lugar de estas niñas y jóvenes.
¿Alguien puede imaginarse lo que supone que les separen de su clase, que tanto musulmanes como no musulmanes las utilicen para lidiar sus batallas? ¿Alguien puede imaginarse el impacto negativo que puede suponer para una alumna que la excluyan de un establecimiento público, que le digan que ella no tiene cabida, que la señalen con el dedo? ¿Qué futuro va a tener?
Yo soy profesora, madre, musulmana y española. Soy una defensora de la educación pública mixta. Estoy convencida de que la escuela desempeña un papel fundamental en la socialización de nuestros hijos, en la transmisión de valores comunes, en la formación de personas críticas. Por eso no podemos poner en peligro lo que tanto nos ha costado lograr: el derecho a la educación para todos sin distinción de raza, sexo o religión. Yo no quiero que se erijan templos educativos separados, quiero que cuando nuestros hijos crezcan no nos puedan echar en cara que les hemos mentido, que en realidad solo tienen cabida quienes entran dentro de una concepción cerrada e intransigente del laicismo. Nuestros hijos son más que estadísticas que vayan a salvarnos de posibles fracasos electorales, nuestros hijos son más que futura mano de obra especializada. Nuestros hijos son Miguel, Gabriela, Kevin y Zoubair. ¿Estamos dispuestos a negarles su derecho a conocerse y a formar juntos nuestra sociedad futura?
Publicado el 17 de febrero de 2011 en el blog de Natalia Andújar