El pasado 16 de abril escribí un artículo en el que planteo la necesidad de diferenciar el feminismo islámico hegemónico de los no hegemónicos. En él recojo las principales críticas sobre el primero (el más mediático) y apuesto por unos feminismos islámicos no hegemónicos, en plural, partiendo de un conocimiento situado.
Para ilustrar la instrumentalización del feminismo islámico hegemónico, llevada a cabo por el poder político en Occidente, recojo una cita de la imama danesa Sherin Khankan, que comparte en una red social tras su paso por el Elíseo. Khankan afirma que “se necesita a un presidente sabio para apoyar el feminismo islámico y ver la religión como parte de la solución y no el problema”. Esta afirmación me lleva a reflexionar sobre la necesidad de ir más allá de la reivindicación concreta del feminismo islámico, para preguntarnos sobre el contexto en el que se produce y sobre los beneficios que Macron espera obtener con la visita de la imama.
Me parece justo aportar una visión más amplia del trabajo de Sherin Khankan, a través de esta breve reseña, más allá de la imagen reductora que podríamos habernos hecho como imama “títere” de los intereses de Occidente.
He coincidido con Sherin Khankan en algunas conferencias y encuentros internacionales. La primera vez que la vi fue en 2006, en Copenhague, donde se organizó un encuentro en torno a la polémica provocada por la publicación de las caricaturas del diario danés Jyllands-Posten. Pocos meses después volvimos a coincidir en Nueva York y en 2009, en Kuala Lumpur, en unas conferencias internacionales donde nos reunimos más de 350 mujeres musulmanas de todo el mundo para compartir nuestras experiencias como activistas. Khankan no es una improvisada imama o una advenediza sino que lleva años trabajando en pos de un feminismo islámico cuyo objetivo es desafiar a la vez al patriarcado interno y la islamofobia en Occidente.
El año pasado publicó un libro autobiográfico titulado La femme est l’avenir de l’Islam. Le combat d’une imame (“La mujer es el futuro del islam. El combate de una imama”) en el que repasa su trayectoria personal, profesional, política y activista. Fue en la mezquita Abu Nur de Damasco (donde pasará unos meses preparando su tesis), donde germinará la idea de fundar una mezquita para mujeres. Diecisiete años después logrará cumplir su sueño en Copenhague.
Se trata de un relato sensible, sincero, en el que comparte sus anhelos, las dificultades a las que se enfrenta, su experiencia vital “ecuménica” (es hija de un refugiado sirio musulmán y una finlandesa luterana), su amor por su familia y la importancia que tiene para ella la vía sufí.
Hay muchos aspectos de su trayectoria que tienen que ver con la mía: ambas vivimos en contextos de minoría musulmana, nos han atravesado los mismos debates (el islam y el terrorismo, el islam y la democracia, el islam y el feminismo), hemos sufrido la presión por parte de la opinión pública, que nos exigía posicionarnos en cada una de las polémicas vehiculadas por los medios de comunicación, alimentadas a su vez por los partidos políticos. En definitiva, se trata de un trabajo constante de equilibrista.
La autora explica que su lucha contra el patriarcado interno se inspira en las lecturas del Corán que han llevado a cabo mujeres como Amina Wadud, Kecia Ali, Shaheen Sardar Ali, Asma Lamrabet o Fátima Mernissi. En cuanto a su lucha contra la islamofobia, afirma que el feminismo islámico es un instrumento eficaz para neutralizar los discursos islamófobos. Según Khankan, si las mujeres musulmanas son líderes y tienen sus propios espacios al margen de la jerarquía patriarcal, entonces el prejuicio sobre la mujer musulmana sumisa y oprimida caerá por su propio peso.
Aunque en muchas ocasiones su discurso es reactivo, la puesta en práctica de un proyecto como la mezquita Mariam para mujeres trasciende los debates sobre la “compatibilidad” en los que nos encerramos a menudo las musulmanas feministas en Occidente. En la mezquita Mariam las mujeres dirigen la salat, pronuncian la jutba, ofrecen cuidados espirituales islámicos, celebran matrimonios y ofician divorcios.
Además de las funciones sociales y espirituales de la mezquita Mariam, Khankan fundó unos años antes Exit Circle (Salir del Círculo), una ONG laica, abierta a musulmanas y no musulmanas, en la que se acompaña, escucha y asesora a mujeres víctimas de violencia física y/o psicológica. Esa experiencia previa le servirá para llevar a cabo unos cuidados espirituales en la mezquita, en los que se aúnan las técnicas de la terapia cognitiva con las enseñanzas islámicas.
El discurso de Khankan es digerible para el público no musulmán. Es un discurso conciliador, tranquilizador, moderno, a favor de la creación de puentes, ecuménico, que además se presenta como un instrumento para luchar contra la extrema derecha, los “islamistas radicales”, el terrorismo y el patriarcado interno.
Sin embargo, en su esfuerzo por presentar un islam “progresista” y “abierto” (lo que implica afirmar que hay otro “reaccionario” y “cerrado”), omite mencionar el papel que ha jugado y juega el capitalismo y la colonización en el refuerzo del patriarcado interno. El clasismo y el racismo tampoco aparecen como formas de opresión contra las mujeres musulmanas. Cuando habla de islamofobia, Khankan alude casi exclusivamente a los discursos de la extrema derecha. No concibe la islamofobia como una forma de racismo institucional, sistémico, que atraviesa todo el espectro político. Para la autora “la islamofobia de algunos políticos, la supremacía occidental o la ocupación de una parte del mundo musulmán […] no descalifica la totalidad del sistema”[1]. No se detiene en mostrar cómo el clasismo y la islamofobia repercuten negativamente en las vidas de las musulmanas en todos los ámbitos: laboral, educativo, legal. Solo se centra en las leyes ‘antihiyab’ pero no habla de las cuestiones relativas al asilo y la inmigración, por ejemplo.
A pesar de que afirma que la vía sufí que ella sigue trasciende los opuestos y las fracturas (abierto/cerrado, progresista/reaccionario, moderno/tradicional), la construcción de su discurso y los argumentos que utiliza para responder a la islamofobia, al “islamismo reformista”, al “islamismo radical” y al “yihadismo” acaban ahondando en esas visiones binarias que en principio quiere superar.
Khankan se identifica como feminista, sin embargo a lo largo de su relato no aparece ningún debate con las feministas laicas ni tampoco ninguna denuncia del femonacionalismo[2] ni del purple washing[3] (lavado de imagen púrpura), es decir, la instrumentalización de los derechos de las mujeres con fines racistas. No aparece tampoco ninguna crítica contra el patriarcado occidental, del que las musulmanas somos igualmente víctimas.
Una de las cuestiones centrales del libro es el concepto de imam(a). A nivel teórico Khankan recoge las diferentes acepciones: desde “guía espiritual” hasta “aquel que dirige la oración”. Para la autora “un imam es aquel que está al servicio de una comunidad”[4]. De ahí que las imamas de la mezquita Mariam no solo dirijan la salat sino que ofrezcan otros servicios. La exigencia de legitimidad y la necesidad de demostrar que tienen una formación sólida produce como efecto la creación de una élite. Todas tienen una formación universitaria, hablan varios idiomas, lo que excluye a mujeres con otros bagajes y con una sabiduría tradicional. Se crea inevitablemente una jerarquía entre las que tienen una formación reglada y las que no, las que son de clase burguesa y las que no.
El libro de Sherin Khankan nos hace reflexionar sobre el islam en Occidente, el liderazgo femenino y las diferentes estrategias para combatir el patriarcado y la islamofobia. Se trata del testimonio sincero y comprometido de una imama, convencida de que “la mujer es el futuro del Islam”.
Notas
[1] Khankan, S. La femme est l’avenir de l’Islam. Le combat d’une imame. París, Stock, 2017. p. 227. La traducción es mía.
[2] Término acuñado por Sara Farris. Hace alusión a la apropiación del discurso de la igualdad de género por parte del Estado, para asentar su nacionalismo.
[3] Término acuñado por Brigitte Vasallo.
[4] Op. Cit. p. 146. La traducción es mía.
Reseña de Natalia Andújar publicada en su blog.